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Bienvenid@s a mi Blog. En él voy a hablar de niños, de psicología y salud, así como de impresiones personales y opiniones que deseo compartir.


También quiero hacer listas de recursos a los que todos podais acudir en busca de información. Pondré vídeos, enlaces, documentos...


¿Por qué voy a hablar sobre la infancia? La respuesta es sencilla. Creo que tenemos mucho que aprender de los niños y creo que hay demasiada información en los libros, universidades, Internet, etc... que no tiene en cuenta al niño y a sus necesidades y que no respeta su desarrollo natural. La mayoría de la información que hay se enfoca desde la perspectiva del adulto. Creo que hay que dejar al niño ser niño, aceptar y vivir el proceso del crecimiento con paciencia y apoyo incondicional. No podemos pretender que un niño se comporte como un adulto.

Por eso, pienso que los adultos somos los que muchas veces creamos problemas en los niños que en realidad no tienen.

Espero que tod@s opineis y que aprendamos juntos.

Saludos!!!

Patricia Gallardo.
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Psicóloga especialista en atención temprana.
Psicomotricista.
Educadora de masaje infantil por AEMI.
Enfermera.


miércoles, 13 de febrero de 2013

La importancia del contacto físico.



Nacemos indefensos
Al nacer con solo el 25% de nuestro cerebro desarrollado, el humano es el cachorro más frágil e indefenso de la naturaleza. Es el que más depende de su madre y de su padre para sobrevivir, crecer y llegar a adulto. El bebé nace con las habilidades imprescindibles para su supervivencia, para que se establezca el vínculo madre hijo y para facilitar la futura relación de apego con su madre y con su padre.
Y, por otro lado, el 75% del cerebro del ser humano se va a desarrollar en los 2-3 primeros años. Ahora sabemos que el trato que haya recibido durante esa etapa tan sensible será muy importante en el desarrollo de su cerebro.
Cómo es un bebé
Los bebés se pasan mucho tiempo dormidos o adormilados y, cuando están despiertos, inquietos o llorando. Pero de tanto en cuanto les sorprendemos alerta, prácticamente inmóviles, atentos a lo que pasa a su alrededor. En alerta tranquila se ha comprobado que los recién nacidos conocen a su madre por su olor y por su voz desde antes de nacer. Ven muy bien de cerca, y buscan (y necesitan) intercambiar miradas con la persona que les cuida. Son capaces de devolver un gesto o una sonrisa. Necesitan sentirse protegidos, calientes y necesitan el alimento. Para ello, conviene que estén pegados a su madre (y a su padre) día y noche. Los bebés que están en contacto permanente con su madre o su padre duermen más tranquilos y sólo lloran cuando están enfermos.
Vínculo afectivo
El vínculo madre-hijo o padre-hijo (vínculo afectivo) son los lazos emocionales que se establecen entre la madre y su hijo (o entre el padre y su hijo) que capacitan a los padres para que se sacrifiquen para el cuidado de su hijo. Es un instinto biológico que garantiza la supervivencia y promueve la replicación y la protección de la especie. Es algo, por tanto, inconsciente. No se provoca, sino que ocurre. No es el amor materno-filial.
Contacto precoz
La primera hora parece tener gran importancia en el establecimiento del vínculo afectivo. Tras el trabajo del parto, madre e hijo están en alerta tranquila, pendientes de lo que pasa a su alrededor.
Si se le deja boca abajo en contacto piel con piel entre los pechos desnudos de su madre, poco a poco el recién nacido va reptando hacia los pechos mediante movimientos de las extremidades. Pone en marcha los reflejos de búsqueda y succión de su puño (que conserva el olor del líquido amniótico). Huele la piel de su madre (que huele como su puño) y se dirige hacia la areola (que reconoce por su color oscuro y por su olor). Nota el pezón en su mejilla y, espontáneamente, comienza a succionar.
En el posparto inmediato aumenta la sensibilidad de la piel de la areola y del pecho de la madre. El contacto de su hijo piel con piel en esa zona da lugar a un aumento de la secreción de oxitocina. Es la hormona del comportamiento maternal, que contribuye al acceso de amor hacia el bebé. La madre, con un pico de oxitocina, en alerta, sintiendo a su hijo tan deseado reptar, lamer y succionarla y que la mira fijamente con esos ojos tan abiertos, embelesado. El establecimiento del vínculo afectivo es un momento mágico.
Si, por lo que sea, ha tenido que ser separado precozmente de su madre, aun están a tiempo de establecer el vínculo madre-hijo. Porque cada vez que madre e hijo disfrutan del contacto piel con piel, la madre segrega oxitocina. El bebé pondrá todas sus habilidades en marcha para agarrarse al pecho y para acabar mirando a su madre a los ojos. Y se ha comprobado que pasa lo mismo cuando es el padre el que disfruta del contacto piel con piel con su bebé.
El bebé disfruta enormemente del contacto piel con piel tanto si la madre va a amamantarlo como si le va a alimentar con biberones, tanto en el posparto precoz como en cualquier otro momento. Los bebés, en contacto con la piel de su madre o de su padre se tranquilizan si están inquietos. Se sienten protegidos, seguros, calientes, amados. Ambos, madre y bebé, necesitan ese contacto. Necesitan que la madre experimente el pico de oxitocina y que se vincule estrechamente con su hijo. El bebé no mamará, pero buscará la mirada de su madre y se quedará embelesado mirándola con esos ojos que son todo pupila.
Apego y crianza
La relación de apego son los lazos emocionales que el bebé desarrolla con su madre y, más tarde, con su padre. Va construyéndose día tras día y mes tras mes durante la infancia.
El apego se puede definir como la regulación madre-bebé de las emociones con el fin de lograr un desarrollo emocional normal. Los bebés son sociables por naturaleza. Dependen de los demás para sobrevivir. Como afirmó Winnicott “Un bebé no puede existir solo, sino que es esencialmente parte de una relación”. El bebé no sabe controlar ni regular sus emociones. No sabe qué es lo que siente o la emoción que experimenta. A través de las respuestas de la madre a sus necesidades, el bebé aprende a autorregularse. Dependiendo de cómo haya sido criado, poco a poco se va forjando su carácter.
El cerebro derecho, en el que radican el instinto, las emociones y la comunicación no verbal, predomina en el niño durante los primeros 2-3 años. Para comunicarnos con nuestros bebés, deberíamos dejarnos llevar por nuestras emociones e instintos. El llanto de su hijo ocasiona en la madre una respuesta innata de cogerle en brazos, de calmarle y de atenderle. Los consejos tipo “si le coges en brazos, le vas a malcriar”“déjale llorar, que no es malo que llore” van totalmente en contra del instinto maternal y obstaculizan el establecimiento de una relación de apego seguro del bebé con su madre.
Los adultos que han disfrutado de una relación de apego seguro con su madre son personas más cálidas, más estables desde el punto de vista emocional. Tendrán relaciones íntimas más satisfactorias, más positivas. Están más integradas socialmente y tienen perspectivas coherentes de sí mismos. En contra de lo que siempre se ha dicho, tener al bebé en brazos, e incluso dormir con él, lo hace más independiente el día de mañana. Una relación de apego seguro le aporta las armas emocionales adecuadas para una buena adaptación y relación social. Una relación de apego seguro es el mejor regalo que se puede hacer a un hijo.
El adulto independiente ha sido un bebé totalmente dependiente y, posteriormente, un niño autónomo. Durante el primer año de vida no hay que educar a los niños. Hay que cuidarlos, atender a sus necesidades, tenerlos en estrecho contacto para que se sientan calientes, seguros y protegidos.
Fecha de publicación: 2-12-2012
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