Bienvenid@s a mi Blog!!

Hola a tod@s!!:

Bienvenid@s a mi Blog. En él voy a hablar de niños, de psicología y salud, así como de impresiones personales y opiniones que deseo compartir.


También quiero hacer listas de recursos a los que todos podais acudir en busca de información. Pondré vídeos, enlaces, documentos...


¿Por qué voy a hablar sobre la infancia? La respuesta es sencilla. Creo que tenemos mucho que aprender de los niños y creo que hay demasiada información en los libros, universidades, Internet, etc... que no tiene en cuenta al niño y a sus necesidades y que no respeta su desarrollo natural. La mayoría de la información que hay se enfoca desde la perspectiva del adulto. Creo que hay que dejar al niño ser niño, aceptar y vivir el proceso del crecimiento con paciencia y apoyo incondicional. No podemos pretender que un niño se comporte como un adulto.

Por eso, pienso que los adultos somos los que muchas veces creamos problemas en los niños que en realidad no tienen.

Espero que tod@s opineis y que aprendamos juntos.

Saludos!!!

Patricia Gallardo.
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Psicóloga especialista en atención temprana.
Psicomotricista.
Educadora de masaje infantil por AEMI.
Enfermera.


martes, 18 de octubre de 2011

¿Por qué doy de mamar?

Publicado en el blog “en minúsculas”, por Myriam Moya.
 
Yo no doy de mamar porque lo recomiende la OMS, ni porque sea lo mejor para mí, ni para prevenir la osteoporosis, ni en su momento porque quisiera evitar la depresión post-parto, ni para que mi bebé esté más san@ que otr@s o prevenga ciertas enfermedades en el futuro.
Yo no doy de mamar para oponerme a las hermanas que dan biberón, ni para ganarle ninguna batalla a la leche de fórmula, ni porque sea una moda o no esté de moda y me guste ir a la contra.
Yo doy de mamar porque desde que te concebí Zambra estoy enamorada de ti, porque 16 meses después de tú nacimiento sigo sin encontrar otra manera más hermosa de decirte que te quiero, que estoy aquí para ti cada vez que me necesites.
Yo doy de mamar porque me da la gana, porque me sale de la teta, porque me parece una simbiosis increíble la que hemos logrado, porque jamás me sentí más productiva, ni más nutritiva, ni más receptiva, ni más recíproca, ni más tuya, ni más mía.
Yo doy de mamar porque me hace feliz, porque te hace feliz, porque me permite bailar contigo en la quietud del atardecer, en la penumbra de la primera hora del día, bajo la rabiosa energía de la luz del sol o en el cobijo de la Sombra (la real y la propia).
Yo doy de mamar porque la naturaleza está ahí, porque no necesito controlar nada, porque me permite reencontrarme con generaciones de mujeres dentro y fuera de mi familia, porque estoy re-naciendo y es tan hermoso.
Yo doy de mamar porque es algo vital, mágico, irrepetible, porque no ha sido un camino fácil pero ha valido la pena, porque hemos aprendido mucho juntas: yo de ti y tú de mí.
Yo doy de mamar porque soy tenaz, testaruda, cabezota, perseverante, capaz, porque soy lúbrica e intuitiva, porque con mi leche te trasmito la energía femenina que va de madres a hijas de generación en generación: el río de la vida.
Yo doy de mamar porque existen las jeringas y los sacaleches y los cirujanos expertos en frenillos submucosos y los antibióticos y los probióticos y las IBCLCs y la fuerza del grupo… y una voz amiga detrás de un teléfono, gràcies maca.
Yo doy de mamar porque hay un hombre que completa el triángulo, un gran padre que no tiene celos, un compañero de vida que apoyó mi decisión cuando fue cuestionada, que ha comprendido, que ha otorgado, que ha sido mi hombro en los momentos bajos, mi Dj, mi “amo de casa”, mi cocinero, mi enamorado, nuestro proveedor de Futuro.
Yo doy de mamar porque existe el Jazz, el Blues, porque mis senos han fluido durante horas escuchando la aguja arañar el vinilo, porque Ladies Sings the Blues, porque amo la noche y dormirte cada día al pecho es un gustazo y no una rutina.
Yo doy de mamar porque mis tetas son hermosas, increíbles, invencibles, porque no tienen vergüenza alguna de amamantarte libremente cuando lo necesites, estén donde estén.
Yo doy de mamar porque cada vez que me buscas en el lecho me siento tan loba, tan fuerte, tan mujer, tan madre, tan libre, tan yo…
Gracias por existir hija mía, por lucharte el inicio de esta lactancia junto a mí, por disfrutarla, por seguir haciendo posible tanta felicidad, te amo, estoy aquí, estás aquí… ahí fuera, el mundo a nuestro alrededor, gira, gira.

Biberones de “apoyo”, una reflexión

Me gustaría hacer una reflexión sobre la frecuente indicación, por parte de los profesionales sanitarios, de alimentar a los bebés con sucedáneo de leche materna. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Academia Americana de Pediatría (AAP), el Comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría (AEP) recomienda:
La alimentación exclusiva al pecho durante los primeros 6 meses de la vida del niño y, continuar el amamantamiento junto con las comidas complementarias adecuadas hasta los 2 años de edad o más (a partir de ahí, tanto tiempo como madre e hijo deseen).
Por “LACTANCIA MATERNA EXCLUSIVA 6 MESES” se entiende que:
El bebé sólo toma la leche de su madre, sin ingerir absolutamente ningún otro alimento, líquido o sustancia.
En otros países de habla hispana se denomina a los biberones por su contenido (fórmula) o por su acción (complemento). En inglés se denomina “bottle” y en alemán “Flasche” aludiendo al recipiente. Pero en ninguno de estos países se le denomina “ayuda”, porque ayudar es un concepto muy amplio.
No paro de darle vueltas a la idea de que los biberones actúan de “ayuda”. Vamos al ambulatorio y nuestro bebé no aumenta religiosamente 250g a la semana y entonces necesitamos una “ayuda”, no “nos sube la leche de forma espectacular” cuando damos a luz y necesitamos una “ayuda”, el bebé pierde algo de peso en el hospital y por más que se encuentre dentro de los parámetros normales (10-12% del peso del nacimiento) hay que darle una “ayuda”…
Yo me pregunto: ¿A quién se ayuda?
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¿Se ayuda al bebé?

Creo que no, porque se le está privando de tomar más leche de su madre. Como el biberón se lo puede dar otra persona, también se le priva del contacto con su madre.
El biberón tiene más riesgo de provocar obesidad infantil, presenta mayor riesgo de sufrir intolerancias, gases, molestias digestivas… Las madres se vuelven locas comparando marcas, comprando todas las posibles del mercado: anti-cólicos, anti-regurgitación, sin lactosa, etc. Y total para nada, porque la leche materna es lo que el bebé necesita, es perfecta para nuestra especie, jamás le va a producir intolerancias, ni rechazo, ni más cólicos.
Entonces al bebé no le ayuda.
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¿Se ayuda a la madre?

Creo que tampoco, porque de base se está minando su confianza haciéndola sentir que no es capaz de amamantar total y completamente a su bebé, algo para lo que está diseñada.
Y la mamá seguramente se sienta deprimida, llore, se sienta sola, abandonada, incapaz, triste. Especialmente si las “ayudas” empiezan ya en el hospital, cuando la madre está recién parida, con las hormonas alborotadas, cansada pero con mucha energía y de pronto alguien -entiéndase “alguien de bata blanca”- le informa de que no es capaz de alimentar por sí misma a su bebé.
Por lo tanto, tampoco ayuda a la mamá, porque lo que las mamás necesitamos es sentirnos poderosas, sentir que somos capaces de alimentar a nuestros bebés. Lo que necesitamos es apoyo para conseguirlo, porque no siempre es fácil. Necesitamos creer más en nosotras mismas y con una “ayuda” no lo vamos a lograr.
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¿Se ayuda a los pediatras?

Como ya no sé a quién más pueden beneficiar estas ayudas, he pensado que quizás a los pediatras, porque entonces los niños engordarán como está previsto en las tablas. Como funciones matemáticas, todos seguirán sus propios caminitos.
Además, sabremos la cantidad exacta de lo que comen. Pero claro, no siempre es así, entonces la mamá que abandona la lactancia y aún así su bebé no sigue el caminito, o no aumenta espectacularmente de percentil: ¿qué hace? Básicamente se siente peor, tonta, deprimida y estafada…
Un problema que posiblemente se plantee más tarde, es, precisamente, las altas tasas de obesidad infantil, la lactancia artificial cuenta entre sus riesgos la obesidad a corto y largo plazo, pero en esto no piensan los pediatras cuando indican una “ayuda”.
Deberían considerar los pediatras que esa mamá (o el papá) tendrá que levantarse por la noche a preparar el biberón a calentar el agua, mezclar los polvos, medir el agua, procurar que el biberón no quede demasiado caliente, pero que no se enfríe… en lugar de, simplemente, ofrecer el pecho al bebé, para que éste se alimente de la forma que ella había elegido.
www.mamadelola.com
Deberían conocer los pediatras que lo mejor para la mamá que ha decidido amamantar sería darle más pecho a su bebé, que también para el bebé lo mejor sería tomar más pecho. 
Deberían conocer que con una lactancia materna bien establecida, incrementando las tomas si éstas -por erróneas indicaciones, básicamente- son insuficientes, y revisando la técnica y posición durante la toma, la madre tendría más leche.
No digo “mucha” (que no es intención de las mamás, habitualmente, montar una tienda y comercializar el producto “leche materna”), sino simplemente, “suficiente” para su bebé, así el bebé crecería como es debido, engordaría lo que le toca, comería cuando quisiera y durante el tiempo que quisiera, y la madre se sentiría feliz, pletórica, capaz de amamantar a ese bebé tan amado.
Llamarle “ayuda” a un añadido que no ayuda ni a madres ni bebés, produce un efecto subjetivo de aceptación por parte de la madre en un momento vulnerable, de cansancio, y en el que siente la necesidad de ser ayudada.
La especie humana está diseñada para que la hembra que acaba de parir y su bebé estén arropados por un grupo de individuos. La reciente madre necesita que este grupo la empondere, afianzando la confianza en su cuerpo y su capacidad de amamantar.
El grupo le puede ofrecer innumerables ayudas siempre, también con una lactancia materna bien establecida: hacer la comida, poner la mesa, fregar, barrer, recoger y lavar la ropa, tender, llevarle a la madre el libro o la película que le gusta…
En algunos casos sí resulta necesario administrar al bebé alimentado con leche materna, un suplemento de leche artificial.
Entre estos casos hallamos un grupo realmente minoritario -excepcional- de casos en que el bebé no está tomando suficiente leche, bien sea por una enfermedad de la madre (que ocasiona que ésta no produzca suficiente leche para su hijo) o porque no hay una buena transferencia de leche al bebé, por otras causas.
Y el otro grupo, mayoritario, en que el suplemento ha llegado a ser “necesario”, por una técnica inadecuada de lactancia, posición inadecuada, restricción de número y duración de tomas, poco apoyo, o, precisamente, uso temprano de chupetes y tetinas.
En el primer grupo, en muchos casos, será necesario continuar con el suplemento durante toda la lactancia. En el segundo, conocidos y corregidos, en su caso, los problemas que motivaron la incorporación de este suplemento, se podrá retirar.
Lo que las mamás que decidimos amamantar necesitamos es sentirnos capaces otra vez, encontrar esa fuerza primitiva que está muy dentro nuestro que nos hace capaces de cualquier cosa para que nuestra descendencia sobreviva.
Necesitamos ser un poco más primates, necesitamos contacto constante con nuestros bebés, necesitamos amamantar sin relojes, sin límite y todas las veces que el bebé y nosotras queramos. Necesitamos que se respete nuestra opinión y sobre todo que se valoren nuestros sentimientos.
Porque la lactancia es nuestra, de las madres y de los niños.
La única “ayuda” posible en mi mundo y mi manera de ver la vida, es el apoyo para las mamás y bebés lactantes.
¡Exijo más apoyo y menos química!

Cómo aliviar los cólicos del lactante

Los especialistas médicos recomiendan tranquilizar a los padres, que han de saber que el niño se encuentra bien de salud y que el cólico del lactante es un proceso transitorio que desaparece espontáneamente con la edad. Sólo con este consejo se logran en ocasiones que los episodios de llanto disminuyan, ya que si los padres están tranquilos tienen más recursos para sobrellevarlos.
Y es que la actitud de los padres ante los cólicos es fundamental: dentro de lo posible debemos acompañar a los niños en su llanto, hacerles ver que estamos ahí, sin caer en nerviosismos.
También dan otros consejos para aliviar los cólicos, como coger al bebé en brazos, acunarlo o repartir el tiempo de cuidado del bebé con otros miembros de la familia. Todas estas actuaciones han mostrado alguna eficacia para aliviar los síntomas del cólico del lactante.
En el blog hemos visto otros trucos para aliviar los cólicos del lactante, como aplicar calor en la tripita del bebé, acostarnos junto a ellos, hacerles suaves masajes en la barriga que ayuden a expulsar los gases…
Intentar que el bebé no tenga gases, dándole el pecho en una postura adecuada o el biberón con una técnica correcta, también puede resultar efectivo, así como eliminar los excitantes como teína o cafeína de la dieta de la madre. Podemos intentar que el bebé elimine los gases después de cada toma, incorporándolos un poco o dándole unos suaves toquecitos la espalda.
También es conveniente prever el momento del cólico (suele ser por la tarde) y preparar un ambiente relajante, un baño, música suave, un paseo… lo que tranquilice al bebé.
Hay quien señala que los consejos para aliviar los cólicos son estrategias de “distracción” para los padres, ya que no hay nada que ayude a disminuir el llanto de los bebés.
Pero existen evidencias de que algunos de estos métodos para aliviar los cólicos del lactante sí funcionan, de modo que habrá que probar lo que mejor le va a nuestro bebé, y sobre todo tener paciencia y consolarlos en lo que podamos hasta que los llantos remitan después de unas semanas.

martes, 4 de octubre de 2011

Teniendo a un recién nacido ¿La familia te ayuda o te vuelve loca?

Contar con el apoyo de la familia cuando se tiene un bebé es gratísimo y de gran utilidad, pero cuando la ayuda interfiere en tu tarea de madre es hora de hacerle frente
Contar con el apoyo de la familia es importante en cualquier momento de la vida y por supuesto cuando tienes un hijo es gratísimo contar con los que más te quieren. Sin embargo, son muchas las madres primerizas que se quejan de que la abuela, la suegra o la hermana se meten en todo los asuntos que conciernen al recién nacido.
Algunas familias se meten en todo y tienen una opinión para cada situación. La abuela opina que el bebé no está tomando suficiente leche, la suegra dice que deberían darle leche de fórmula porque hoy en día tiene todas las vitaminas necesarias, la hermana comenta que no hay nada como la leche materna y que únicamente deberían amamantarlo, y la cuñada recomienda cómo lo deben dormir y que hacer cuando esté llorando. La pobre mamá del recién nacido no sólo tiene las preocupaciones típicas de una madre si no que además tiene que lidiar con todos aquellos que la rodean.

Si tu mamá, tu tía, tu suegra, tu abuela y tu cuñada tienen sugerencias distintas sobre cada cuanto tiempo debe comer tu bebé, cómo lo debes dormir y qué hacer para que pare de llorar terminarás vuelta loca. Todas han tenido distintas experiencias en sus vidas y sus sugerencias también serán diferentes.
No dejes que cada miembro de tu familia tenga una opinión sobre lo que tienes que hacer o no con tu bebé, cómo lo tienes que hacer, cuándo lo tienes que hacer y por qué lo tienes que hacer.

¿Cómo te pueden ayudar?

En los primeros días, después de haber dado a luz, deja que tu familia te ayude con las cosas de la casa: hacer las compras, lavar la ropa, cocinar, limpiar, y las demás tareas del hogar. Pídeles que te respeten en la manera de criar a tu bebé, oye los consejos que te parezcan pertinentes y luego déjales saber que tus irás buscando la forma que te funcione a ti a la hora de alimentar, dormir o criar a tu hijo/hija.
Déjales saber a todos los familiares que interfieran en tu labor de madre que tú buscarás ayuda profesional en caso de que la necesites pero que por ahora quisieras hacer las cosas a tu manera. Ten en cuenta que hablar y dejar saber lo que sientes o piensas es la única forma en que los que están a tu alrededor van a saber realmente lo que está pasando por tu mente. Si no hablas y les dejas saber lo que te molesta probablemente ellos pensarán que están ayudándote y haciéndote un bien.

Resuelve sólo una cosa a la vez

Primero que todo trata de resolver una cosa a la vez y sólo a medida que se te presente la situación. Es decir, no te preocupes de cómo hacer para dormir a tu bebé si ahora está comiendo, cuando llegue ese momento ya resolverás. Resuelve cada cosa a medida que se te vaya presentando y trata de descansar cuando el bebé está durmiendo. Si estás descansada y con la mente despejada probablemente actuarás mucho mejor y más tranquila. En caso de que te sientas muy estresada y sientas que no puedes manejar la situación, pon al bebe en un lugar seguro, sal al aire libre, cierra los ojos y respira muy profundo varias veces, esto es una técnica de relajación rápida. Si la situación se te escapa de las manos busca ayuda y si es profesional mucho mejor.
Acuérdate que cada quien encuentra su forma de ser mamá. Una buena rutina, mucho amor y respeto siempre te ayudarán.

CRISIS DE CRECIMIENTO

Hay una etapa durante la lactancia que preocupa de manera generalizada a muchas madres. Este momento suele situarse entre los 2 y 3 meses, cuando se producen cambios en el bebé y en la madre que algunas veces pueden resultarnos “inquietantes”.
Pasadas las primeras semanas, y tras haber tenido los pechos “inflamados” con la subida de la leche y el inicio de la lactancia empezamos a notar que el pecho ya no está tan lleno. Según Carlos González, pediatra experto en lactancia materna “la inflamación del pecho en las primeras semanas poco tiene que ver con la cantidad de leche”. Esto es, la inflamación es debido a que el pecho empieza a realizar la función fisiológica por la que está en nuestro cuerpo, y esto acarrea en ocasiones inflamación, molestias, incluso en algunos casos fiebre o escalofríos a la madre. Una vez pasadas las primeras semanas el pecho empieza a volver a un tamaño más reducido y a no ponerse tan “tenso” entre tomas.
Llegado este momento muchas madres piensan que “se están quedando sin leche”, pero nada más lejos de la realidad: el pecho ya ha pasado el “rodaje” inicial y empieza a vaciarse y llenarse fácilmente sin sufrir esas molestias. Somos muchas las madres que pensamos que “menos mal”, porque si hubiera que mantener una lactancia durante 6, 9, 12 ó 18 meses (o incluso más, por supuesto) con esas molestias, nadie pasaría de las primeras semanas, por la incomodidad del asunto.
Coincidiendo con estos síntomas en el cuerpo de la madre, se producen otros en el bebé: empieza a mamar en menos tiempo, y si está atravesando una “crisis de crecimiento” reclama el pecho más a menudo. Todo esto hace pensar que la producción de leche ha llegado a su fin, y en muchas ocasiones se empiezan a introducir biberones que no hacen otra cosa que disminuir el flujo de leche y obstaculizar el curso natural de la lactancia, ya que un biberón, por pequeño que sea, reduce la producción en la siguiente toma, y así sucesivamente se va introduciendo un biberón tras otro hasta que se produce una bajada de producción importante, además de un rechazo del pecho por parte del bebé, llegando así a un destete prematuro.
Según la Asociación Española de Pediatría sería un caso excepcional que una madre no produjera la leche sufi-ciente para alimentar a su hijo, y que por lo general estos síntomas de “falta de leche” se deben a:
• La posición del niño o el agarre del pecho no es correcto.
• Hay leche pero la madre no se nota “la subida” y duda que tenga suficiente.
• El bebé ha crecido bruscamente y necesita más leche (crisis de crecimiento).
En cuyo caso recomienda: amamantar al niño siempre que quiera sin esperar a que llore de hambre, darle el pecho unas 8 veces al día, retirarle el chupete y amamantarlo cada vez que llore, aumen-tar la producción con un sacaleches, ver si duerme tranquilo durante una o dos horas seguidas y no parece enfermo, observar si empapa 4-6 pañales al día (si el pañal es super-absorbente pueden ser menos) y si la orina tiene un color claro y un olor normal...
Esto es lo que dice la ASOCIACIÓN ESPAÑOLA DE PEDIATRIA respecto a las crisis de crecimiento:
Es cierto que los bebés de vez en cuando, a intervalos más o menos aproximados, a las 3 semanas, al mes y medio, a los 3 meses, tienen unos días "raros", en que están algo más inquietos, lloran más, duermen peor, se agarran al pecho y de repente estiran, lo sueltan, lloran, no duermen... Posiblemente esto tenga relación con la maduración de su cerebro.
En general, se habla de la crisis de los 3 meses describiéndola como un momento en el que:
• El bebé reclama mamar más a menudo (lo que la madre interpreta como que tiene hambre)
• La madre no nota el pecho tan lleno (lo que interpreta como que ella no tiene leche suficiente)
El resultado es que en ese momento es muy fácil que se empiecen a dar biberones, lo cual no es la solución adecuada.
Pero en realidad lo que ocurre es que...
• El bebé reclama más a menudo porque está creciendo (por eso se llaman también "baches o crisis de crecimiento") y esto hace que su apetito aumente.
• La madre no tiene los pechos tan llenos porque a esa edad la producción de leche de la madre se ha adaptado ya a las necesidades del bebé, ya no gotea, ni se tienen los pechos tan llenos, ni se nota tanto la subida de leche... Además, el lactante vacía el pecho con más eficacia, tarda menos tiempo y hace más rápida la toma.
De modo que lo adecuado es intentar adaptarse al bebé. A lo mejor sólo necesita que lo tomen más tiempo en brazos, pero si pide más pecho porque necesita comer más, la solución es ponerlo más al pecho para que aumente la producción. Si en lugar de pecho le damos un biberón, esto no hará que aumente la leche y normalmente empeorará las cosas.

Falta de leche?

La percepción de baja producción de leche es una interpretación frecuente de la mamá cuando su bebé está intranquilo después de mamar o pide el pecho frecuentemente. Muchas veces después de darle el pecho, las madres dan una botella de leche artificial a sus bebés para "satisfacerlos". Así empieza un círculo vicioso causando una bajada o insuficiencia de leche.
Pero solo dos en cada cien mamas realmente no pueden lactar o no producen leche para alimentar a sus bebés. Mucho más frecuente es una producción baja de leche, que entre otros está relacionado con lo siguiente:
- la madre está poco informada acerca del amamantamiento
- la madre toma la decisión de dar el pecho tarde en el embarazo
- la madre tiene la intención de amamantar por un periodo corto o limitado de tiempo
- la madre tiene poca confianza acerca de su habilidad para lactar
- una técnica de amamantamiento no adecuado
- la madre es sensible a la falta de privacidad
- la madre recibe poco estímulo de parte del esposo o de la suegra
- el bebé es quisquilloso o irritable
- el bebé mama pobremente debido a medicamentos durante el parto, daño en el parto por el uso de fórceps o extracción con ventosa
- la madre usa medicamentos por una enfermedad crónica

Es importante reconocer estos casos para poder evitarlos o para buscar ayuda temprano de tal manera que se resuelve la situación lo más pronto posible. La ayuda de una profesional es recomendable. En muchos de estos casos es posible de aumentar la producción de leche para una lactancia feliz.

domingo, 2 de octubre de 2011

“Cólicos del bebé: ¿qué son? ¿existen?”, por Carlos González


cólicosRespuesta de Carlos González, pediatra y escritor, a un padre que consulta sobre los llantos desconsolados de su hija de 20 días:

“Si quieres decir que tu hija especialmente por las tardes, pide brazos y pecho casi constantemente, y que tenerla en brazos y pasearla arriba y abajo es la única manera de que esté tranquila, y que si la dejas un momento en la cuna se pone a llorar, entonces es totalmente normal. Puedes llamarle cólico o como quieras, pero es normal. Los niños necesitan estar en brazos 24 horas al día, y más aún si han estado ingresados al nacer. Y no hay que buscarle ninguna solución, porque ya está solucionado: en brazos no llora (casi).

Si lo que quieres decir es que, a pesar de estar toda la tarde y casi toda la mañana en brazos, a pesar de dormir con su madre y tomar el pecho a demanda, a pesar de cantarle y acariciarla y pasearla y hacerle cosquillitas en la barriga, se pasa la tarde llorando (no llorar un poco o protestar, todos los niños lloran, sino llorar a todo pulmón durante tres horas de reloj seguidas, sin que nada de lo que hagáis pueda consolarla), entonces sí que le llamo yo “cólico”, y habría que pensar en alergias o en otros problemas.

Pero lo otro es normal, y no hay motivo para pensar en alergias ni en ninguna otra enfermedad. En todo caso, si fuera alergia no sería a la leche de vaca, porque entonces, al tomar biberón se pondría muchísimo peor que al mamar.

trabajo-crianza-y-felicidadLa principal causa del “cólico”, del llanto excesivo en la infancia, no es orgánica, sino psicológica. Es la falta de contacto físico, la ausencia de la madre, la soledad, la falta de respuesta a las necesidades. Los pueblos que llevan a los bebés colgados a la espalda todo el día ni siquiera tienen una palabra para hablar del “cólico”.

No me parece bien dar medicamentos a los niños sanos. Ni medicamentos de la farmacia, son sólo para los enfermos.

Los cientos de medicamentos que a lo largo de la historia se han recomendado para el cólico se han basado en la creencia de que existe una enfermedad subyacente, y según cuál creas que es esa enfermedad, así es el medicamento.

Los que creen que el cólico se debe a los gases, antes mandaban “carminativos”, substancias a las que se atribuía la propiedad de eliminar o expulsar los gases, y más modernamente mandan antiespumantes (tipo aerored).

Los que creen que al niño le duele algo, mandan analgésicos. Los que creen que lo que tiene es cuento y ganas de fastidiar, mandan sedantes o somníferos: barbitúricos, valium, alcohol, anís, tila, hinojo, opio, alimemazina (un antipsicótico, muy usado en España para el cólico…).

Los barbitúricoColicCalms para el cólico estuvieron en el mercado en España hasta finales de los 80, y desde luego iban de fábula. El opio es un remedio popular desde hace dos siglos. El alcohol todavía lo he visto recomendado en libros americanos serios. El anís, hinojo y comino actúan mediante su principio activo anetol, un depresor neurológico, que produce según la dosis somnolencia, convulsiones y coma. Se han visto muchos casos de intoxicación en bebés, incluso un par de casos en que era la madre la que lo tomaba. En esos casos, lógicamente se intoxicaron también las madres. Porque es imposible tratar a un niño dándole el medicamento a la madre que lacta, a menos que a la madre le des una dosis muy superior a la normal para un adulto.

Ignoro qué composición tiene el Colikind ese homeopático y cuál es su pretendido mecanismo de acción. En todo caso: a) me juego un café a que no hay ningún estudio científico decente que demuestre su eficacia; b) no es verdaderamente homeopático, puesto que los homeópatas no tratan enfermedades, sino enfermos: necesitan una larga entrevista y exploración para llegar a un diagnóstico, y no darían el mismo medicamento a cualquier niño que tenga “cólico” sin mirarlo siquiera; y c) o es eficaz o no lo es. Si no es eficaz, mejor no darlo, porque los niños pequeños deben tomar lactancia materna exclusiva, e incluso el agua con que se tragan un medicamento ya está empeorando su nutrición. Si es eficaz, ¿cómo actúa? ¿elimina gases, aumentando el peristaltismo intestinal? ¿actúa sobre el dolor, es un analgésico? ¿ayuda al niño a dormir, es un somnífero? ¿actúa sobre el estado mental del niño, es un psicofármaco?

Es posible que alguno de estos medicamentos estuviera justificado en el caso de un niño que sigue llorando varias horas al día, a pesar de todos los intentos por consolarle, y en el que no se pudiera descubrir una enfermedad concreta. Nunca he visto un caso así, aunque supongo que alguno habrá entre tantos miles de millones de personas.

Pero, en la práctica, estos medicamentos (incluyo los homeopáticos y las hierbas) se usan para niños que llorarían si les dejasen en la cuna, pero que están contentos cuando están en brazos. Y cuando se dice que han funcionado muy bien, que han sido efectivos, queremos decir que ahora sí que se le puede dejar en la cuna sin que proteste, que ya no hace falta tenerle en brazos. Se han usado para escamotearle al niño lo que es su derecho de nacimiento, para reducirle a la soledad y al silencio.

La madre, en principio, lo mejor es que coma lo que quiera. Puede que algún alimento concreto, por su sabor, moleste a algún niño concreto, y entonces ya lo irá viendo. Pero no se pueden dar listas de alimentos prohibidos para todas las madres.

Suerte

“La angustia de separación”, por Carlos González

La relación entre madre e hijo es especial; y durante los primeros años la separación es dolorosa para ambos. Bueno, no sé si la separación deja alguna vez de ser dolorosa para la madre…

¿Por qué siempre “madre e hijo”? No, no estoy olvidando el importante papel del padre, ni mucho menos participando en una oscura conspiración para mantener a las mujeres en sus casas.

Para hablar con absoluta propiedad, cada niño establece una relación especial con una “figura de apego primario”. Esa figura puede ser el padre, la abuela, o hasta la monjita del orfanato. Pero en todo caso sólo es una, y casi siempre es la madre. Como “figura de apego primario” es largo y feo, en lo sucesivo diré simplemente “madre”.

A partir de su relación con la madre, el niño establecerá más adelante otras relaciones con otras figuras de apego secundarias: padre, abuelos, hermanos, amigos, maestros, novio, compañeros de trabajo, jefes, cónyuge, hijos… Cuanto más sólida y segura es la relación con la madre, más sólidas y seguras serán las demás relaciones que el individuo establezca a lo largo de su vida.

Esta relación entre madre e hijo se mantiene por una serie de conductas de apego instintivas, tanto en una como en otro.

La conducta del recién nacido es completamente instintiva, aunque con el tiempo va aprendiendo a modificarla en el sentido que marcan las pautas sociales. La conducta de la madre es en gran parte aprendida; pero por debajo siguen estando unos sólidos instintos. No cuida usted a sus hijos porque se lo hayan explicado en el curso de preparación al parto, ni porque se lo inculcaran en el colegio, ni porque lo recomienden en revistas como ésta… hace millones de años, las mujeres (o lo que había antes) ya cuidaban a sus hijos, y la prueba es que todavía estamos aquí.

Ningún niño puede sobrevivir si alguien no le cuida, protege y alimenta durante largos años, con infinita dedicación e infinita paciencia.

Habitualmente, las creencias, costumbres y normas sociales van en el mismo sentido que el instinto, y no hacen más que matizarlo o encauzarlo. Pero cuando las normas nos obligan a vivir en contra de nuestros instintos surge un conflicto.

Si alguna vez, en el cuidado de su hijo, se ha sorprendido a sí misma pensando algo así como: “Se me parte el corazón, pero hay que hacerlo”, o “Pobrecito, qué pena da, pero es por su bien”, probablemente es que está usted luchando contra sus más íntimos deseos.

Los niños pequeños no pueden consolarse con ese tipo de razonamientos. Sencillamente, cuando su instinto va por un lado y el mundo por otro, se enfadan muchísimo.

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La reacción a la separación

Tanto la madre como el niño muestran, decíamos, una conducta de apego, una serie de actividades tendentes a mantener el contacto.

  • La conducta de apego de la madre consiste en acercarse a su hijo, tomarlo en brazos, hablarle, hacerle carantoñas…
  • La conducta de apego del niño, al principio, consiste en llorar y protestar. Más adelante podrá gatear o caminar hacia su madre.

Funciona por el mismo mecanismo que la conducta alimentaria: cuando necesitamos comida tenemos una sensación desagradable, el hambre, que nos mueve a comer, y cuando comemos esa sensación desaparece y nos encontramos bien. Pues cuando madre e hijo se separan se sienten mal; el niño llora y la madre le busca. Cuando vuelven a encontrarse desaparece aquel malestar; madre e hijo se tranquilizan y dejan de llorar.

Cuando nuestras felices antepasadas sentían la necesidad de acercarse a su hijo, simplemente se acercaban. Probablemente sólo estaban separadas de sus hijos de forma ocasional y accidental. Aún hoy, una gran parte de las madres del mundo llevan a su hijo a la espalda durante todo el día, y luego duermen a su lado durante toda la noche.

Las madres occidentales, y no sólo cuando trabajan fuera de casa, tienen muchas más oportunidades para experimentar la ansiedad de la separación. En algunos ambientes, la madre que pasa mucho rato con su hijo es criticada; se insiste en que reserve tiempo para sí misma, para su marido, para actividades sociales (en las que, por supuesto, llevar a un bebé sería de muy mal gusto).

La ansiedad de la madre que debe separarse de su hijo durante unas horas, para ir al teatro o al restaurante, es un tema habitual de las telecomedias: los complejos preparativos, las inacabables instrucciones a la canguro, las llamadas telefónicas, el precipitado regreso…

La reacción del bebé, por su parte, no está en principio mediada por factores culturales. El recién nacido se comporta igual ahora que hace un millón de años. Pero los niños aprenden pronto, y adaptan su conducta a las respuestas del entorno. Por ejemplo, un bebé al que sistemáticamente se ignora, al que nadie coge en brazos cuando llora, acaba por no llorar. No es que se esté acostumbrando, ni que haya aprendido a entretenerse solo, ni que se le haya pasado el enfado; en realidad, se ha rendido, se ha dejado llevar por la desesperación.

La intensidad de la respuesta a la separación depende de muchos factores:

1- La edad del niño. Los menores de 3 años toleran mal las separaciones; los mayores de 5 años suelen tolerarlas bien.
2- La duración de la separación. Las separaciones prolongadas (varios días seguidos sin ver a la madre) pueden producir un grave trastorno mental, el hospitalismo (así llamado porque era frecuente en niños hospitalizados cuando no se permitían las visitas), caracterizado por depresión y desapego afectivo.

Basta con una separación muy breve para desencadenar una conducta específica (“salgo un minuto de la habitación y se pone a llorar como si le estuvieran matando”).

El método habitual en psicología para valorar la relación madre hijo, alrededor del año de edad, es el llamado “test de la situación extraña”. Consiste, básicamente, en que la madre salga de la habitación en la que está con su hijo mientras éste está distraído, dejándolo en compañía de una desconocida, permanezca fuera de la habitación tres minutos, y vuelva a entrar.

  • El niño con un apego seguro, en cuanto nota la ausencia de la madre, la busca con la mirada, se dirige hacia la puerta, con frecuencia llora. Cuando la madre vuelve a entrar la saluda, se acerca a ella, se tranquiliza rápidamente y sigue jugando.
  • Los niños con un apego inseguro o ansioso se clasifican en dos grupos: elusivos o evitantes (parecen tranquilos mientras la madre no está, y la ignoran deliberadamente cuando vuelve, disimulando su propia ansiedad) y resistentes o ambivalentes (se alteran cuando la madre no está, pero cuando vuelve se muestran agresivos con ella y tardan mucho en volver a la normalidad).

Mucha gente confunde fatalmente los síntomas: llaman “caprichoso” o “enmadrado” al niño que tiene una relación normal con su madre, mientras que elogian al que muestra un apego ansioso elusivo: “se queda con cualquiera”, “no molesta”, “se entretiene solo”

Una separación de sólo tres minutos ya tiene un efecto claro, y la respuesta depende de la relación previa con la madre; de si el niño está acostumbrado a que le atiendan y le hagan caso, o a que le ignoren, o a que le riñan.

Las separaciones más largas y repetidas producen una reacción más intensa. Incluso los niños con un apego seguro pueden mostrar conductas evitantes o ambivalentes cuando la madre vuelve del trabajo. Pueden ignorarla, negándole el saludo y la mirada; o bien colgarse de ella como una lapa y exigir constante atención, o incluso mostrarse agresivos.

Es muy probable que alternen las tres conductas en rápida sucesión. Es importante que los padres comprendan y reconozcan que estas conductas son normales. No hay que tomárselo como algo personal, su hijo no ha dejado de quererla ni nada por el estilo. No está enfadado contra usted; está enfadado por su ausencia. Enfadarse con él, devolver el desdén con desdén o la ira con ira, intentar técnicas educativas para modificar la conducta del niño, no es más que una pérdida de tiempo. Ya que puede estar pocas horas con él, al menos dedique esas horas a prestarle atención y cariño, a demostrarle que le sigue queriendo igual aunque él esté enfadado. Tómelo en brazos, cómaselo a besos, juege con él, recarguen baterías antes de la próxima separación.

3.- La frecuencia de las separaciones. Tras una primera experiencia, el niño parece desconfiado, exige atención constante, como si vigilase a la madre temiendo que se vuelva a ir, y puede reaccionar aún peor la próxima vez.

4.- La persona que sustituya a la madre. Si es alguien a quien el niño conoce bien, que le presta atención y le trata con cariño, como el padre o la abuela, el niño puede soportar bastante bien unas horas de ausencia de la madre.

5.- La calidad de la relación previa con la madre. Entre los menores de tres años, los que tienen una mejor relación con la madre son los que más parecen sufrir con la separación; en el otro extremo, los niños desatendidos hasta bordear el abandono apenas reaccionan cuando su madre se va. Un observador muy superficial puede pensar que el niño está “tranquilo”, o incluso “feliz”; en realidad, lo que ocurre es que está tan mal que ya no puede estar peor; no pierde nada cuando se va su madre, y por tanto no le importa. Por desgracia, las madres escuchan a veces consejos como “no lo cojas en brazos, no le des el pecho, no juegues tanto con él… si se acostumbra, sufrirá más cuando tengas que volver a trabajar”. Pero así el sufrimiento es mayor, y desde el primer día; lo único que disminuye es la manifestación externa de ese sufrimiento. No, al contrario, dele a su hijo todo el cariño y todo el contacto físico que pueda, durante todo el tiempo que pueda. Que tenga el mejor comienzo.

Después de los tres años, y sobre todo de los cinco, ese buen comienzo da frutos manifiestos. Son entonces los niños que habían tenido una relación más intensa con su madre, más brazos, más contacto, más juegos, los que mejor se adaptan a la separación. Porque el cariño ilimitado de los primeros años les ha dado la confianza en sí mismos y en el mundo que necesitan para iniciar el camino de la independencia. Ahora sí que están contentos en la escuela, y es verdadera felicidad y no simple apatía, una felicidad basada en la seguridad de que su madre volverá y les seguirá queriendo.

La conducta de apego (el llanto y las protestas del niño separado de su madre) tiene un valor adaptativo.

Es decir, a lo largo de millones de años, ha tenido un efecto, mantener juntos a la madre y a su hijo, efecto que ha favorecido la supervivencia de los niños y por tanto de los genes que regulan dicha conducta. Cuando la conducta de apego alcanza su efecto se refuerza; es decir, se repite con mayor intensidad y frecuencia. Cuando no produce efecto se debilita y puede llegar a extinguirse. El primer día que usted vaya a trabajar, será probablemente la separación más larga de su hijo desde que nació.

Hasta ahora, cuando él se encontraba solo, lloraba, y alguien aparecía en pocos minutos y le cogía en brazos; normalmente usted, a veces papá o abuela. Si el niño no se consolaba en pocos minutos con otra persona, usted siempre acaba por aparecer, tal vez tardaba media hora si había salido a comprar…

Pero hoy, haga lo que haga su hijo, usted no volverá en ocho o diez horas. En el mejor de los casos, si está con la abuela o con otra persona que le puede prestar atención exclusiva, esa persona vendrá a consolarle en pocos minutos. Si está en una guardería puede llorar durante mucho rato sin que nadie le coja en brazos; la cuidadora tiene ocho niños y sólo dos brazos.

Los primeros días puede que su hijo llore bastante. Pero su llanto no tiene la respuesta esperada; mamá no vuelve. El niño aprende que, en determinadas circunstancias, llorar no sirve de nada, y poco a poco deja de hacerlo. Pero eso no significa que la separación ya no le afecte; las separaciones repetidas, recuerde, producen una angustia cada vez mayor, que no se manifestará mientras la madre está ausente, sino precisamente cuando la madre vuelve. Entonces las protestas del niño sí que tienen (por fortuna) la respuesta esperada.

Dicho de otro modo: el niño puede estar bastante tranquilo en la guardería, o con la abuela. Puede estar incluso, si tiene suficiente edad, contento y activo, jugando y riendo. Pero cuando vuelve a ver a su madre rompe a llorar, se le echa encima, se pega a sus faldas, grita, le exige brazos, se enfada con ella, le pega, vuelve a llorar… Lo que se suele llamar “ponerse muy pesado”.

Como de costumbre, algunas personas lo entienden todo al revés. Si en la guardería estuvo jugando, es que no le pasa nada. Y si, no pasándole nada, luego se pone a llorar, es que tiene cuento o hace teatro. Y si hace teatro precisamente con su madre es porque ésta se deja tomar el pelo y no sabe imponer disciplina, y él pretende hacer que se sienta mal, castigarla por haberse ido.

¿Qué debería hacer entonces el pobre niño para demostrar que sí que le pasa algo, que no es comedia? ¿Pasarse seis, ocho o diez horas seguidas llorando en la guardería? Por favor, nadie puede hacer eso, por grande que sea su dolor.

Imagínese que acude al funeral de un buen amigo. Seguro que pasa un rato muy triste, y en algún momento busca el contacto de un amigo común, se abrazan y lloran. Pero al cabo de unas horas estará tomando un café, tal vez con ese mismo amigo común, y hablarán de cosas sin importancia, y sonreirá, y esa misma noche cenará y verá la tele, y al día siguiente irá a trabajar como si nada, y nadie en el trabajo sabrá que viene usted de un funeral, y alguien contará un chiste, y usted se reirá. ¿Significa eso que no le pasa nada, que su dolor no era sincero, que sólo hacía comedia?

Pero no hace falta recurrir a ejemplos tan extremos, pues también la madre sufre cuando se separa de su hijo pequeño. ¿Acaso no se le partió el corazón cuando lo dejó por la mañana? ¿No ha pensado varias veces en él, qué hará, cómo estará, habrá llorado mucho? ¿No ha venido lo antes posible a recogerlo? Y, sin embargo, ¿no ha pasado la mañana trabajando normalmente, disimulando su dolor, hablando con la gente, sonriendo? Pues su hijo ha hecho lo mismo.

No es raro que el niño llore más a medida que va creciendo. A los 5 meses estaba tranquilo en la guardería, y tranquilo en casa. A los 14 meses llora cada mañana porque no quiere ir, y pasa las tardes de muy mal humor. Por un lado, como dijimos, la repetición de las separaciones aumenta la angustia. Pero, sobre todo, el niño de 5 meses no puede sentarse, no puede hablar, no puede gatear… sus posibilidades de expresar la angustia son menores, pero eso no significa que esté menos angustiado.

A veces, este cambio es relativamente brusco. Un niño que parecía bien adaptado a la guardería de pronto se resiste con uñas y dientes tras las vacaciones de Navidad o de verano. Creo que en estos casos influyen dos factores: por un lado, la relación con su madre ha mejorado mucho en esas semanas; ha sido tan feliz en su compañía que ahora la pérdida es más evidente. Por otro lado, los niños pequeños no comprenden muy bien eso de las vacaciones. Simplemente, se había acostumbrado a aceptar algo como inevitable, Mamá siempre se va a trabajar, y de pronto ve que no es inevitable. “Si la semana pasada se quedó conmigo, ¿por qué no puede quedarse también esta semana?”.

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Con quién dejaré a mi hijo

Si la madre tiene que ausentarse, para ir a trabajar o simplemente para ir a comprar el pan, alguien tendrá que sustituirla (es muy peligroso dejar a un bebé o a un niño pequeño solo en una casa, aunque sea poco rato).

¿Qué características debería cumplir esa persona?

1.- Alguien que pueda dedicarle al niño tanto tiempo como le dedica la madre. Por supuesto que la madre no le dedica cada minuto de su tiempo: va al lavabo, habla por teléfono, prepara la comida… Pero cuando el bebé está despierto, pasa mucho rato mirándole a los ojos, diciéndole cosas, tocándole, cantándole… y también mucho rato saludándole desde lejos, diciéndole alguna cosa al pasar para mantener el contacto. Si el niño llora, la madre puede acudir en pocos minutos (a veces, en pocos segundos), y dejar cualquier otra cosa para tenerlo en brazos todo el tiempo que haga falta. La persona que la substituya, ¿tendrá tiempo material para hacer lo mismo?

2.- Alguien a quien el niño conozca. El padre es ideal, y la abuela (o el abuelo, que cada vez están más espabilados) u otros familiares también suelen serlo, si han tenido suficiente contacto previo con su hijo. Pero los niños no sienten “la llamada de la sangre”; si nunca ha visto a su abuela, es tan desconocida como cualquier otra persona.

Muchas madres intentan acostumbrar a su hijo a los biberones una semanas antes de volver al trabajo. Es un esfuerzo inútil, que suele conducir a la frustración (¿por qué iba a aceptar un biberón, si está allí el pecho de su madre?). No pierda el tiempo con eso; lo realmente importante es acostumbrarlo a la persona que le cuidará. Si va a ser la abuela, que venga o vayan a visitarla casi cada día. Si va a contratar a una cuidadora que venga a casa, contrátela con un par de semanas de antelación. Si va a llevarlo a la guardería, vaya con su hijo las últimas semanas.

Vaya con su hijo; esa es la clave. No estamos hablando de dejarlo solo con la canguro o en la guardería, y volver al cabo de una hora, y otro día al cabo de dos horas… Eso tal vez sea un poco mejor que dejarlo ocho horas de golpe; pero muy poco mejor. Lo que está haciendo en realidad es adelantar la separación en dos semanas, y desperdiciando parte del precioso tiempo que aún le queda para estar juntos.

No. Se trata de que la canguro venga a casa y estén las dos con su hijo, o de que vaya usted a la guardería y permanezca allí con él una o dos horas. Si su hijo conoce a la nueva cuidadora, o el nuevo ambiente de la guardería, precisamente cuando más angustiado está porque se ha separado de usted, es probable que asocie esas sensaciones desagradables al nuevo lugar o a las nuevas personas.

Vamos, que les cogerá manía. En cambio, las personas y lugares a las que conoció en momentos de felicidad (es decir, estando con usted) le traen recuerdos agradables que le ayudan a soportar la separación. Y también se abre camino en su cabecita una vaga idea de que “esta señora es amiga de Mamá, puedo confiar en ella”.

Es posible que aún queden guarderías en que no permitan la entrada de la madre. En mi opinión, la negativa a que la madre entre en la clase en cualquier momento que ella elija, y permanezca junto a su hijo durante todo el tiempo que ella desee, sería motivo suficiente para empezar a buscar otra guardería.

3.- Alguien estable. No es bueno que un niño pequeño pase de mano en mano. Tanto las abuelas como las guarderías suelen cumplir este requisito de estabilidad; pero si contrata a una canguro, asegúrese de que realmente piensa dedicarse durante años a cuidar de su hijo, y no está simplemente buscando un empleo de verano.

4.- Alguien en quien pueda confiar plenamente. Que trate a su hijo con cariño y respeto, que jamás le haga daño. Del padre, de los abuelos, de los tíos, usted ya sabe, por experiencia de años, qué puede esperar. Pero dejar a su hijo en manos de una desconocida requiere un acto de fe, y este es otro motivo por el que conviene que no sólo su hijo, sino usted misma, conozca a esas personas durante un par de semanas, y valore durante horas su conducta hacia el bebé.

Por desgracia, de vez en cuando se descubren casos de malos tratos o abusos sexuales. No tenga miedo a parecer obsesiva o desconfiada; tiene usted todo el derecho del mundo a desconfiar, a pedir referencias, a hablar largo y tendido con esa persona y “examinarla” (“¿crees que es bueno cogerlos en brazos?” “¿qué harás cuando llore?” “¿y si no quiere la papilla?”).

Al fin y al cabo, le está usted confiando su bien más preciado, su propio hijo, y en el momento en que es más vulnerable. Si no se atreve a dejarle a esa persona las llaves de su casa, las llaves de su coche o su tarjeta de crédito, ¿cómo se atreve a dejarle a su hijo?

La persona que cuide a su hijo debe tener también la madurez y experiencia necesarias. Una adolescente puede ser adecuada para hacer compañía a un niño de seis años mientras usted va al cine; pero cuidar a un bebé no es lo mismo.

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Las opciones en la práctica

1.- Abuelos y otros familiares. Deben tener, por supuesto, ganas de encargarse de su hijo, y salud y fuerza suficiente para hacerlo. A veces vemos abuelas auténticamente explotadas, la palabra es dura pero real. En el otro extremo, algunas madres podrían dejar a su hijo con un familiar deseoso de cuidarlo, pero no se atreven por temor a parecer “aprovechadas”. En algunos casos, una forma de superar esta situación es pagar por el cuidado de su hijo, como pagaría si lo llevase a la guardería. Así puede obtener una buena atención para su hijo sin sentir que se aprovecha, y al mismo tiempo puede ayudar económicamente a unos abuelos con una pensión escasa o a una hermana en paro sin ofenderles.

2.- Alguien que venga a casa a cuidar a su hijo. Puede ser una amiga o conocida que necesite un trabajo. Para buscar a una profesional, una buena opción es a través de una guardería. Allí van las estudiantes de puericultura a hacer prácticas, y pueden recomendarle a alguna.

3.- Llevar a su hijo a casa de otra persona. En ocasiones, tres o cuatro amigas con niños de edades similares se ponen de acuerdo, una cuida a todos los niños mientras las otras trabajan, y comparten sus ganancias. En algunos países, los gobiernos facilitan y subvencionan estos arreglos. En España, algunos ayuntamientos, como el de Sant Feliu de Guixols, promueven un servicio de cuidadoras de niños, haciendo cursos de formación y dando a las cuidadoras un diploma.

4.- Llevar a su hijo a una guardería. En el momento actual, esta suele ser la opción menos recomendable, pues por desgracia la legislación española permite ocho niños menores de un año por cuidadora, y muchos más después del año, lo que es absolutamente incompatible con una atención adecuada. Incluso una persona cariñosa, experimentada y dedicada no tendrá tiempo material para cuidar a ocho bebés. Sólo en darles de comer y cambiar pañales se le pasará casi todo el tiempo. En Estados Unidos, la ley sólo permite cuatro niños por cuidadora, y muchos expertos consideran que eso es excesivo y que debería reducirse a tres.

El problema, por supuesto, es económico. Las guarderías no se inventaron para satisfacer una necesidad de los niños, sino una necesidad del sistema capitalista, que necesita el trabajo de los padres para mantener niveles de producción y consumo adecuados, y por tanto algo hay que hacer con los niños. En Bielorrusia, donde las madres disfrutan de una licencia de maternidad de tres años (recuerdo del sistema comunista), no hay guarderías. ¿Quién iba a querer instalar una?

Por lo tanto, el razonamiento no ha sido: “los niños necesitan tanto espacio, tantas cuidadoras, tantos materiales… todo esto cuesta tanto dinero, vamos a ver de dónde lo sacamos”, sino al revés: “disponemos de tanto dinero, vamos a ver para qué nos llega”. Y la cantidad de dinero disponible es sólo, por definición, una pequeña parte de lo que gana la madre, porque si no no le saldría a cuenta ir a trabajar. Y en nuestra sociedad las madres suelen ganar menos que los padres. Así que sólo llega para grupos sobrecargados a cargo de cuidadoras mal pagadas (las puericultoras de la guardería deberían ganar más que los profesores de universidad, puesto que están haciendo un trabajo más difícil, más delicado y más importante).

Esta aberración se extiende por toda la sociedad, contribuyendo a desprestigiar el cuidado de los niños: La hora de faenas domésticas se paga mejor que la hora de cuidado de niños (¿qué es más importante, que le dejen el suelo bien limpio o que atiendan bien a su hijo de un año?). La madre que toma la costosa (pues no cobra) decisión de dedicarse plenamente a cuidar a sus hijos durante meses o años no es más que una “maruja”, y muchos en su entorno se asombran o se compadecen de ella porque “no hace nada” o “renuncia a su carrera”. En cambio, la que trabaja fuera de casa “se realiza”, sea cual sea ese trabajo: escribir a máquina durante horas, meter sardinas en una lata o incluso cuidar a ocho bebés en una guardería.

Si necesita llevar a su hijo a una guardería, visite varias y compruebe cuántos niños hay en cada una, cómo les tratan, el carácter y la simpatía de las señoritas, si dejan entrar a la madre… Si trabaja lejos de casa, si tiene que pasar cada día una hora en el tren o el autobús, le conviene una guardería cercana a su lugar de trabajo: así puede estar una hora más con su hijo al ir, y otra al volver, y tal vez incluso visitarle a la hora del bocadillo.

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Cómo recuperar lo perdido

Ofrézcale a su hijo todo el cariño, el contacto físico y la atención que pueda durante todo el tiempo que pueda, por las tardes y en los fines de semana. Acepte su conducta como normal, reconozca que sus llantos, protestas y exigencias no son “caprichos” ni indicios de malcriamiento, sino pruebas de amor.

Muchos bebés parecen iniciar espontánemente un programa de “reducción de daños”. Mientras su madre no está, se pasan casi todo el rato durmiendo y no comen nada o casi nada, ni siquiera aceptan la leche que su madre se sacó y les dejó en la nevera. Luego pasan la tarde y la noche en danza y enganchados a la teta.

Es agotador, pero al mismo tiempo un gran consuelo para la madre, que piensa “es como si no me hubiera ido, no me echó de menos porque estaba durmiendo”. Muchas madres que trabajan deciden meterse al niño en la cama por la noche; es la manera más fácil de satisfacer las necesidades de pecho y contacto de su hijo, y al mismo tiempo dormir lo suficiente para poder mantener la cordura.

Recuerde, el meollo de la conducta de apego, lo que su hijo instintivamente necesita, es su presencia. Incluso una madre dormida le sirve, al menos por la noche. Ya ha tenido la tarde para mirarle a los ojos, hablarle, jugar con él… ahora puede dormir tranquila, que su hijo ya se tranquilizará solito cuando se despierte y la vea a su lado.

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Bibliografía:

Bowlby, J. Child Care and the Growth of Love. 2ª ed. Penguin Books, London, 1990

Small, MF. Nuestros hijos y nosotros, Javier Vergara editor, Barcelona 2000

Jackson, D. Three in a bed, the benefits of sleeping with your baby. Publishing, London, 1999

Carlos González, pediatra: “Criar a un hijo exige más cariño y menos instrucciones”

Los niños no nacen con instrucciones ni falta que hace.

Así lo defiende Carlos González, uno de los pediatras que más consultas recibe sobre el cuidado de los hijos, 5.000 nada menos.

Su secreto reside en aplicar el sentido común y su estrategia no es otra que amar al niño por encima del agotamiento, del estrés y de la desesperación.

Como padre de tres hijos sabe lo que es no dormir por la noche durante meses y lo incompatible que resulta en este país conciliar la vida laboral y la familiar.

Recalca que los niños no lloran por molestar sino porque lo pasan mal y lo que quieren es estar con sus padres, sobre todo con la madre. Defensor de la la lactancia materna, no comulga con la idea de que los niños pasen muchas horas en la guardería, salvo cuando sea estrictamente necesario e invita a reflexionar sobre seguir el modelo de muchos países nórdicos de un cuidador por cada tres o cuatro niños.

¿Qué se necesita para criar a un bebé de “forma natural”?

La crianza natural engloba acciones como responder al llanto del niño, hacerle caso, procurar estar con él sin miedo a que se malcríe, etc. Y, por otra parte, aunque normalmente incluye la lactancia materna, una madre que no da el pecho también puede criar a su hijo de forma natural.

¿La crianza natural es tan importante como la lactancia natural?

Es más importante porque a lo largo del siglo XX y finales del XIX se nos ha hecho muy difícil criar a nuestros hijos. Se han difundido toda una serie de normas acerca de que no hay que cogerlo en brazos porque se malcría, como que llorar es bueno para los pulmones, como que no hay que meterlo en la cama contigo porque no saldrá en la vida… hasta el punto de que criar a los niños es casi algo molesto.

Pero si no tienes a tu hijo para cogerle en brazos y contarle cuentos, para qué lo tienes.

Esa es la teoría del “malcriamiento” que critica en sus libros.

Sí, las personas deben comprender que malcriar es criar mal. Malcriar no es cogerle mucho en brazos, estar mucho con él o cantarle muchas canciones. Malcriar es no hacerle caso, abandonarle….

¿Pero usted cree que ahora se malcría a los niños, de acuerdo a la definición que acaba de exponer?

Hay de todo. Depende de la teorías que hayan seguido los padres y de las circunstancias socio económicas. Me refiero a aquello de que si no haces lo que piensas, acabarás pensando lo que haces; los padres que se ven más o menos obligados a dejar al niño muchas horas porque tienen que ir a trabajar para pagar la hipoteca acabarán pensando que eso es lo mejor para el niño porque en la guardería les estimulan mucho y les tratan muy bien.

Si pensasen que en la guardería hay muchos niños y no hay tiempo material para estimularles, se sentirían mucho peor.

¿Las propias condiciones de vida en las que nos movemos en la sociedad actual invitan a la malcrianza?

Sí, el problema es que se puede formar con facilidad un círculo vicioso, es decir si sabes que lo está ocurriendo está mal, aunque no quede más remedio que hacerlo, intentarás cambiarlo. Pero si llegas a creerte que está bien, ya te quedas así.

En Alemania sólo el 6% de los niños acuden a la guardería antes de los tres años y en Finlandia el porcentaje es menor todavía, y son países con un mejor rendimiento académico que el nuestro.

Pero para disfrutar de estos estándares que predominan en otros países hace falta pagar más impuestos, y que las empresas cambien de actitud.

Bueno, en esos países también han tenido que tomar decisiones, a mí me han dicho que ya tenemos brotes verdes. Habría que empezar a pensar en qué nos gastamos el dinero.

Una pareja joven trabajadora y sin familia cerca del hogar no tiene otra opción que dejar a su hijo en la guardería. ¿Está malcriando a su hijo?

No hay una sola manera de criar bien a un hijo ni hay una sola manera de criarlo mal.

A mí lo que me molesta es que haya gente por un lado que tiene buenas ideas a la que engañan y le hacen creer otra cosa: “yo lo cogería en brazos, pero no lo hago porque dicen que se malcría” o “yo lo metería en la cama con nosotros cuando llora pero no lo hago porque me han dicho que tendrá problemas de sueño toda su vida”. Personas que se están sacrificando haciendo cosas que en el fondo les molestan y no son naturales, que no les gustan pero lo hacen por seguir las normas que fijan otras personas.

Y, por otra parte, hay quienes toman decisiones que es posible que a lo largo de un tiempo se arrepientan porque no tienen todos los datos en la ecuación para poderse decidir. Si te dicen: “trabajar los dos es imprescindible” y por otro lado, “el niño en la guardería está de maravilla”. Aquí no hay problema. Pero si te explicasen que en la mayoría de los países occidentales el máximo de los bebés por cuidador en una guardería es de cuatro legalmente, en otros de tres y en España es de ocho… igual la conclusión a la que llegarían los padres sería diferente.

Se trata de reflexionar sobre cuánto dinero te puedes gastar en coche, cuánto en unas vacaciones, cuánto en comprar un apartamento en la playa y cuánto en criar a tu hijo.

Es una cuestión de prioridades, entonces.

Exacto. Los padres tienen que tomar la decisión con libertad y yo lo que hago es darles toda la información necesaria para ayudarles a que la tomen.

Estoy convencido de que no hacen falta libros para criar a un hijo y no quiero que los hijos tengan manual de instrucciones. Es necesario más cariño y menos instrucciones para criar a un niño. Para aprender es mejor hablar y estar con un grupo de madres con sus hijos que leerse un libro en casa.

El instinto también es importante, ¿hay que dejarse llevar por él?

Es importante y en algunas cosas sí hay que dejarse llevar y en otras no. Nuestro instinto nos dice que cuidemos a nuestros hijos y es positivo, pero también nos dice que cuando alguien nos molesta hay que pegarle un bofetón y no lo hacemos.

Y en el caso de los niños, ¿el instinto hay que seguirlo o no?

La mayoría de las veces sí porque el instinto ha ayudado durante millones de años a los padres a cuidar a sus hijos, de lo contrario no estaríamos aquí.

Entonces, guarderías ¿sí o no?

Debería ser sólo cuando no hubiera más remedio. Sería conveniente cambiar nuestro sistema socio-económico para que en la mayoría de los casos no fuera imprescindible llevar al niño a la guardería, y para aquellos casos en los que sí fuera imprescindible habría que hacer mejores guarderías.

El consuelo es que en la guardería se socializan, ¿no?

La socialización no necesita para nada guarderías porque de entrada los niños pequeños no se socializan. Es a partir de los tres años aproximadamente cuando empiezan a jugar unos con otros. Y eso lo pueden hacer en otros sitios. Muchas veces pensamos que los niños cambian porque les educamos y en algunos aspectos es así, sin duda, pero la mayoría de los cambios que experimentan los niños se deben a que crecen. A los dos años dicen unas cosas, a los cinco otras y a los doce otras.

Abuelos. ¿sí o no?

Los abuelos son lo mejor que hay después de los padres. Es muy positivo que los abuelos participen mucho en la vida del niño. Puestos a separarse durante siete horas de la madre, seguro que para un niño de dos años es mejor estar con los abuelos que estar hasta siete horas en la guardería.

Ahora, tampoco recomiendo que estén siete horas con los abuelos porque lo que el niño realmente necesita es estar con sus padres, sobre todo con la madre. Los padres enseguida aprendemos que esa pregunta de a quién quieres más a tu mamá o tu papá sobra.

Entonces, ¿dónde queda en la crianza del niño la figura del padre?

Todos los niños necesitan tener un vínculo afectivo con una persona concreta, según la teoría se le llama “figura primaria”, y en la práctica se le llama mamá. Puede no ser la madre y un niño puede establecer su vínculo primario con la abuela, el padre… . Lo que es seguro es que hay solo uno primario, el resto son secundarios.

El padre, si se esfuerza un poco, puede disfrutar de los primeros puestos entre los secundarios, pero se tiene que esforzar. No puedes pretender que tu hijo te quiera mucho porque es su papel de hijo. Si el padre quiere tener un papel activo tendrá que dedicarle tiempo al niño. Pero como todo en esta vida, cuantas más horas le dediques, mejor saldrá. Son necesarias las dos cosas, pasar con el niño mucho tiempo y que ese tiempo sea de calidad. Luego ya, con el tiempo, los niños van necesitando más del padre.

Se habla mucho del tiempo de calidad, “poco tiempo con los niños pero de calidad”

Los niños están enamorados de sus madres y hay que saber que una separación con la madre durante tantas horas tiene como consecuencias que el niño se enfade, que pegue un manotazo…

¿Entonces con los bebés hay que tener tolerancia total?

No, tolerancia en todas las cosas que se pueden tolerar.

¿Cuáles no se pueden tolerar?

Cada cual tiene que tomar sus decisiones, seguro que si ves a tu hijo tirando macetas por el balcón o abriendo la llave del gas se lo vas a impedir. Pero si el bebé llora y reclama atención las 24 horas del día, no es que haya que tolerarlo, es que eso es tener un bebé normal.

Y qué hay de la necesidad de tener tiempo para los padres.

No es excluyente, por qué no estar con tu hijo. Cuando te casas todos están de acuerdo en que tu vida de soltero se acabó, no sé por qué nadie te dice cuando tienes un hijo que hay que hacer una despedida de pareja en el último mes de embarazo.

¿Estas opiniones que defiende están extendidas en la comunidad científica es un poco outsider?

Me da la impresión de que empecé como outsider, pero cada vez lo soy menos.

El sueño es uno de los quebraderos de cabeza de los padres con los bebés. ¿Algún consejo?

Creo que antes los padres lo daban por sentado, ya sabían que tener un hijo significaba pasar la noche en vela y a nadie se le ocurría que ese era un problema médico que había que consultarle al pediatra. En todo caso igual le pedían al médico de adultos vitaminas para soportar esas noches.

Pero, claro, se han creado unas expectativas… a los padres les han dicho por una parte que los niños tienen que dormir solos y por la noche del tirón. Mis padres, por ejemplo, no sabían eso. Yo he dormido con mis padres hasta los seis años, por tanto ellos no sabían que había que dormir solos y como no había otra habitación en la casa…

Por otra parte, se ha creado un temor, se les dice a los padres que “si el niño no hace esto de esta manera va a tener problemas cuando sea mayor, no va a salir nunca de la cama de los padres…” y todos se preocupan. Pero no es cierto que los bebés tengan que dormir solos -porque se ve clarísimo que les gusta dormir en compañía- . Cómo se puede hacer más caso a lo que lees en un libro que lo que ves cada día con tus propios ojos. Es el instinto reforzado por la observación.

Me escriben madres que me dicen “cuando le dejo al niño en la cuna llora y sólo se calma cuando le cojo en brazos”. Ya ha encontrado la solución. Nadie se quejaría ni se sorprendería si le recomendara unas pastillas homeopáticas para que se calmara o le hiciera un masaje… entonces ¿por qué causa tanto problema aceptar que el bebé se calma con el pecho y cuando se le coge?. Siempre da la impresión de que es una desgracia, nadie dice: qué maravilla, cada vez que mi hijo se despierta me lo meto en la cama y se vuelve a dormir enseguida. Es una solución fácil, barata.

Pero requiere esfuerzo

No, no. Lo que precisa esfuerzo es lo otro. Si yo recomendara que cada vez que el niño se despierte es necesario que los padres se levanten y le den un masaje … eso sí es esfuerzo.

¿Cuál es el sueño normal de un bebé?

No hay pautas. Si un bebé se despierta muchas veces por la noche el problema lo tienes tú que te tienes que levantar a la mañana para ir a trabajar porque luego el bebé sigue durmiendo. Todos los bebés acaban durmiendo las horas que necesitan y si no lo hacen por la noche lo harán durante el día.

¿Sus hijos le han dejado dormir bien?

Bueno, han hecho lo que han podido. Cuando tienes hijos no duermes igual, aunque eso no signifique que duermas peor. Recuerdo una época en la que me despertaba para estar de noche con mis hijos pero no lo recuerdo como un momento de desesperación. Eso es como cuando te vas de marcha por la noche, la pregunta es: ¿qué bien o qué mal lo he pasado?

El problema es que si estás una semana seguida de marcha y hay que trabajar se puede llegar a la conclusión de no querer salir de marcha.

O no querer trabajar. Está claro que no se duerme con la misma intensidad, pero tener hijos es esto: dedicarles tiempo, estar con ellos, consolarles cuando lloran, contestar a sus interminables preguntas…

Son muchos los que dicen que los niños se guían por rutinas, ¿es así?

No creo que las rutinas sean necesarias y convenientes para el desarrollo de un niño y habría que ver si tu vida es más fácil con rutinas. Estoy convencido de que no son necesarias las rutinas porque los niños se adaptan a muchas cosas distintas, igual que los adultos. Por eso creo que si en algo tenemos que ayudar a nuestros hijos en su educación es a no tener rutinas. Yo quiero tener un hijo adaptable no un hijo que tenga rutinas.

Publicado en http://revista.consumer.es (marzo 2010)

http://revista.consumer.es/web/es/20100301/pdf/entrevista.pdf

Niños que no quieren ir al cole

Artículo de Carlos González, publicado en el número 29 de la revista Mente Sana.

Empezar a ir a la escuela es un cambio importante en la vida de todos los niños: personas nuevas, normas y horarios diferentes… Como todo proceso adaptativo, la escolarización debe hacerse paulatinamente. Tener en cuenta su grado de madurez es la clave para evitar que el niño sufra.

La mayor parte de los alumnos de infantil y primaria -entre los 3 y los 12 años- se lo pasan bien en la escuela. Raramente lloran en la puerta o se agarran a los brazos de su madre o de su padre.

Pronto entran en la escuela sin volver la vista atrás. Los padres acaban renunciando a exigir un beso de despedida -”Qué vergüenza, delante de mis compañeros!”-, y el día menos pensado te ruegan que dejes de acompañarlos.

Aunque ocasionalmente puedan quejarse de algún compañero, de alguna “injusticia” de los profesores o de la dificultad de algún ejercicio, van a la escuela ilusionados y sin oponer resistencia. Aún más, a principios de septiembre se aburren tanto en casa que desean volver al cole.

Pero esta situación no es siempre así. Algunos niños sufren en la escuela o se niegan a ir. ¿Cómo podemos ayudarles?. ¿Seguro que está listo?

Naturalmente, no todos los niños crecen a la misma velocidad. A los tres o cuatro años hay niños que todavía no están preparados para separarse de sus padres, del mismo modo que los hay que, con dos años, son más independientes.

A veces, en los primeros días de clase, se observa un efecto paradójico: niños que ya habían ido antes a la guardería lloran desconsoladamente, mientras que otros que habían estado siempre en casa, entran -y salen- contentos. Y es que separarse de la madre sin angustia no es algo que se aprenda, no sirve “acostumbrarse” ni “practicar”. Es una cuestión de maduración, de edad. Con un año, no quieren separarse ni un momento de ella; a los cinco aceptan hacerlo; y a los quince, están deseando hacer y deshacer por su cuenta.

Empezar con buen pie

Al niño que separamos de su madre demasiado pronto, lejos de”acostumbrarlo”, podemos dejarle el recuerdo de una triste experiencia. No teme a la escuela sino al lugar donde lo pasó tan mal de pequeño. En cambio, el que espera feliz con su familia y sólo va al cole cuando está realmente preparado no tiene malas experiencias que recordar.

Cuando el problema es la corta edad, el tiempo es el mejor remedio. No se trata de “cómo conseguir que mi hija vaya a la escuela contenta”, porque eso ocurrirá al cabo de unos meses, aunque no hagamos nada de nada. El problema es “en estos meses que faltan hasta que mi hija vaya a la escuela contenta, cómo conseguir que sufra lo menos posible”.

En muchas ocasiones, bastará un poco de comprensión y unas palabras de ánimo. Es importante aceptar la ansiedad del niño –“El primer día da un poco de miedo, ¿verdad?-, explicarle qué hará en la escuela, con quién estará, quién vendrá a recogerle y cuándo. No negar su angustia -”No te pongas así que nadie te ha hecho nada”, ”Pero si no pasa nada, tonto”-y mucho menos, ridiculizarlo- “Parece mentira, un niño tan grande llorando, qué va a pensar la señorita”, ”Los otros niños no tienen miedo, eres el único que llora”.

Al salir de la escuela, puede que el niño exija más brazos y más atención de la habitual y se pegue como una lapa, o que se muestre malhumorado, gritando, rehuyendo la mirada, protestando por todo.

Es importante comprender que éstas son las respuestas normales a la separación, que nuestro hijo necesita comportarse así para sentir que le siguen queriendo y para recuperar la seguridad. Es importante darle esos brazos y esa atención que pide, y tolerar su mal humor sin reñirle ni castigarle.

Una respuesta fría y distante –“Camina que para eso tiene los pies”, ”No seas pesada”, “Ahora te estás portanto como un bebé, mamá está enfadada”…- justo en el momento que más nos necesitan, no hace más que empeorar las cosas.

En otros casos no basta con buenas palabras. Hay niños que lo pasan realmente mal. Si las circustancias laborales y familiares permiten otra opción -quedarse un tiempo en casa, o con los abuelos-, es bueno ofrecerla: “si quieres, mañana te quedas en casa en vez de ir al cole”.

Muchas veces, el niño declina la invitación: la seguridad de saber que existe una salida, que sus padres le comprenden y se lo toman en serio, le da el valor para continuar. Otros niños necesitarán quedarse en casa durante unos días o semanas. ¿No será eso un paso atrás, no estaremos contribuyendo a que se enquiste la situación y no se adapte nunca a la escuela?. Al contrario: ir un día tras otro, llorando y sufriendo, es lo que puede enquistar la situación.

Algunos niños parece que están contentos el primer trimestre, pero en enero se desmoronan. No debemos pensar que es una tomadura de pelo o un retroceso. Tal vez las vacaciones navideñas les han recordado lo que podía haber sido y no fue: habían llegado a aceptar que “Hay que ir al cole porque papá y mamá trabajan y no hay nadie más que me pueda cuidar”, y de pronto descubren que mamá sí estaba en casa -por ejemplo, si la madre tiene vacaciones- o bien que hay otra alternativa y alguien les ha cuidado cuando no había escuela.

Frente al acoso escolar

Claro que también puede haber motivos más duros para no querer ir al cole. Puede haber un “matón” o un grupo de “matones” que mantiene aterrorizados a los demás niños. Puede haber problemas con chicos mayores, a la hora del patio en la entrada al recinto escolar.

Unos niños pueden convertirse en víctimas por algún defecto físico, por su torpeza en los juegos, por su torpeza en los juegos, por problemas de aprendizaje o por no llevar ropa de marca; otros, por todo lo contrario, por “empollones”, ”pijos”…

No se habla tanto del acoso o los malos tratos por parte de los profesores, pero también se da. Los niños maltratados por su compañeros o profesores pueden callar o incluso negar que han sufrido reiteradamente esos maltratos. Será entonces cuestión de investigarlo.

El rechazo a la escuela no siempre es explícito. Algunos niños tienen, con demasiada frecuencia, dolores de cabeza o de barriga que desaparecen misteriosamente a los pocos minutos si se quedan en casa. No siempre están fingiendo. Un niño tiene tanto derecho como un adulto a somatizar, a sentir verdadero dolor de cabeza por estrés.

De todos modos, tanto el niño que finge como el que de verdad se siente mal tiene un problema y necesitan comprensión y ayuda, no castigos o sermones.

Lo primero, claro, es preguntarle qué le ha pasado, por qué no quiere ir a la escuela. El problema es que no siempre lo explican, porque no quieren o porque no pueden. Habrá que hablar, entonces, con sus profesores y con otros padres.

¿Ha habido algún problema con los estudios, con los exámenes, con la disciplina? ¿Hay otros niños en clase que no quieran ir a la escuela o que han cambiado de humor o de conducta en los últimos meses? ¿Hay rencillas personales, peleas e insultos entre compañeros? ¿Conflictos con el personal docente?.

Buscar alternativas

Los problemas leves se resuelven pronto con paciencia, apoyo y cariño. Pero no siempre es tan fácil. Si el problema es general, la acción conjunta de varias familias, respaldadas si es preciso por psicólogos y pediatras, pueden conseguir cambios en la conducta de la persona conflictiva… o su expulsión.

Pero a veces se trata de una incompatibilidad personal. Algunos niños necesitan un cambio de aires: otros profesores, otros compañeros, otros métodos educativos. Y a algunos, sencillamente, la escuela no les funciona. Si aceptamos que un adulto quiera ser camionero, vendedor o cantante y que aborrezca el trabajo de oficina, ¿por qué a todos los niños les va a convenir estudiar en el mismo ambiente, con las mismas normas, métodos y horarios?.

De hecho, a juzgar por las estadísticas de fracaso escolar, son muchos los niños a los que la escuela no les sirve. Tal vez por eso hay familias que optan por educar a sus hijos en casa (véase www.educacionlibre.org).

En último término, en caso de conflicto, los padres tenemos que recordar que nuestra lealtad y nuestro deber están con nuestros hijos, no con el sistema educativo.


El Acostumbrador Enmascarado, por Carlos González

Yo, a mi esposa, desde los ocho meses de casados la acostumbré a dormir sola, por si me tienen que hospitalizar, para que no sufra. También paso un mes al año fuera de casa, sin decir a dónde voy, para que no sufra si algún día la abandono. Y ese mes aprovechamos para dejar a los niños en un orfanato, que tienen que estar preparados por si nos morimos (hay tantos accidentes de coche…)

Mi lema es: sufra ahora, y así no tendrá que sufrir luego.

El Acostumbrador Enmascarado

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“El fin de la lactancia debe ser cuando madre e hijo quieran”, Carlos Gonzále

Carlos González saca hoy a la venta ‘Entre tu pediatra y tú’, una recopilación de preguntas y respuestas sobre los temas que más preocupan a los padres

4 Feb. 2010. (EUROPA PRESS). La leche materna está compuesta por diversos componentes nutricionales que ayudan al buen desarrollo del bebé, por este motivo, en los últimos años, expertos como el pediatra Carlos González, defienden que “el fin de la lactancia debe ser cuando madre e hijo quieran”, siempre teniendo en cuenta que, “por mucho que el niño quiera, si la madre ya no puede, habitualmente gana el adulto”.

Esta cuestión es una de las dudas más comunes entre las madres que apuestan por la lactancia materna, aunque no es la única como se puede observar en el libro ‘Entre tu pediatra y tú’, que hoy sale a la venta, y que expone una recopilación de preguntas y respuestas publicadas desde 1996 en la revista ‘Ser Padres’ sobre las preocupaciones cotidianas de los padres. Así, su objetivo es resolver o aclarar las dudas que cada día asaltan sobre la salud, el crecimiento, la alimentación -sobre todo la lactancia- y el desarrollo de los hijos.

“Normalmente lo que se publica es un resumen muy resumido, cuando en realidad muchas preguntas ocupan varias páginas y las respuestas también. Pensábamos que era interesante para muchas madres, y digo madres porque el 99 por ciento lo son, ver cómo otras madres explican sus mismos problemas y darse cuenta de que a veces lo que parece un gran problema es una cosa bastante común y que hacen muchísimos niños”, explica este experto en una entrevista a Europa Press.

González aclara todas las preocupaciones con rigor, claridad y con un toque de humor ya que “puede ayudar a la gente a desdramatizar la situación”, además de asegurar que “es increíble ver que facilidad la gente se espanta y piensa que son problemas que van a durar toda la vida”. Por este motivo, y con el objetivo de dar una visión simple del problema, se pone en la piel del niño y pide a los padres que hagan lo mismo.

“No es que yo este diciendo que es sencillo y que tengo la solución, sino que es sencillo porque como no tiene solución no hay que darle más vueltas. Si el niño no come no digo lo que se tiene que hacer, si no duerme no digo lo que tiene que hacer para que duerma, yo lo que digo es que si el niño no come, si su peso está normal y el niño está sano, es que no tiene que comer más. El niño no duerme, pues al niño no le pasa nada, es lo normal, es comprensible, es un problema para los padres que tampoco pueden dormir, pero si quieren que duerma el objetivo no es que duerma el niño sino los padres”, indicó.

Durante gran parte del libro se puede observar la importancia que el autor da a la lactancia que, en su opinión, “es una parte importante de la vida de los niños y de la vida de las madres”. En este sentido, reconoce que puede ser criticado por su afán de promover este hábito, pero cree que “las madres que desean dar el biberón no necesitan más ayuda de la que ya están consiguiendo; no hablo del biberón porque no hay nadie que quiera dar el biberón y no lo consiga”.

Por este motivo, dar el pecho está dentro del resto de sus libros ya publicados: ‘Bésame Mucho: cómo criar a tus hijos con amor’, ‘Mi niño no me come’, ‘Un regalo para toda la vida’, y ‘Comer, amar y mamar’ fundamentalmente porque “se trata de que aquellas madres que desean dar el pecho tengan toda la ayuda necesaria para conseguirlo, de modo que puedan disfrutar de la experiencia y sin dolor”.

“Ni la lactancia es sólo alimentación, ni la madre es sólo lactancia. El niño necesita muchas cosas de la madre, no solamente que le den de comer, y en el hecho de darle de mamar le está dando muchas cosas además de darle leche”, asegura.

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Los padres deben tomar decisiones

Otro de los temas tratados con más frecuencias es el sueño del bebé y del niño. En este caso, se muestra contrario a poner en práctica el método desarrollado por el doctor Eduard Estivill, que se basa en una serie de tiempo en los que se debe dejar al niño llorar. Al respecto, confirma su eficacia pero lamenta que los padres lo pongan en práctica. “Lo que más molesta es que se haya presentado a los padres que si no lo haces, el niño va a tener problema de sueño, cuando eso no es cierto. El niño no va a atener problema de sueño”, explica.

A su juicio, cuando se publicó este método creó dudas en aquellos padres, que hasta el momento dormían con el niño en la misma habitación. “Me preocupó hace años, cuando salió y se le dio tanta difusión que me encontraba a padres que no deseaban poner al niño en otra habitación, que estaban contentos durmiendo con su hijo en la cama, pero que al leer ese libro empezaban a preocuparse, sin darse cuenta de que al niño no le iba a pasar nada estando con ellos”, recuerda.

No obstante, afirma que su intención en ningún caso es decir cómo deben de dormir los niños, sino explicar a los padres porque los niños hacen los que hacen, dejando claro que no se trata de bebes malcriados, caprichosos, etc. “Eso son mitos, el niño tiene una conducta normal de ser humano y de muchos otros animales, están diseñados para no separarse para nada de sus cuidadores, sobre todo de su madre, y cuando se separan de su madre les entra angustia y no paran de llorar hasta que vuelve”, advierte.

Asimismo, se niega a pensar que los niños fingen y coaccionan a los padres. En su opinión, “cuando un niño te dice que quiere brazos y quiere brazos; se siente mal y se pone a llorar, no es que este fingiendo, es que quiere llorar; los adultos si que somos capaces del chantaje emocional, es decir de fingir emociones para conseguir un resultado”.

La educación en general preocupa a los padres con hijos de todas las edades, en este sentido el fundador y presidente de la Asociación catalana Pro Lactancia Materna (ACPAM), deja claro que “los padres deben tomar las decisiones”, por este motivo tres son multitud y los padres no deben dejarse influir por opiniones externas.

“El niño puede pedir una cosa y está en nosotros decidir si se le puede dar o no, no pasa nada, lo que no es bueno es que los padres tengan presiones no autorizadas, el niño tiene derecho a pedir lo que le conviene, los padres por su parte tiene derecho a pedir lo que les conviene a ellos, cuando entre dos personas hay un conflicto se negocia y se llega más o menos a un arreglo”, indica.

“Cada cual tiene que buscar la estrategia que les vaya mejor, entonces lo importante es que los padres se den cuenta de que son ellos los que tienen derecho a decidir lo que les va mejor. Lo triste es que meta baza un tercero que no tiene nada que ver”, concluye.


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